Alicante, la esencia del reino
La recuperación del territorio vinícola alicantino se une a su tradición, valores y prestigio histórico para situar a los productores de la provincia en posición de demandar el ascenso a la mayor categoría europea, la Denominación de Origen Calificada
JOAN C. MARTÍN Los vinos de Alicante son la conexión con la inmortalidad vinícola del pueblo del País Valenciano. No son sólo sus activos vitícolas y enológicos, la fama eterna del Alikant de los ingleses (*), el mítico Fondellol, su historia y literatura, sino también su factor etnológico y antropológico, su relación con la terreta, con las especies vegetales cultivadas (naturalmente la Monastrell -la uva por antonomasia de Alicante y el Vinalopó-, pero también la tintorera), y su compromiso con la tierra y sus productos.
Un antropólogo avisado me diría que eso es propio de las sociedades tradicionales que aún tienen estructura. Es posible, pero en otras comarcas del país ese rasgo ha desaparecido, sustituido por una modernidad mediática. En ellas desapareció el valor de la estructura, y si no hay estructura, no hay función. Si esto es cierto, los viticultores alicantinos se sienten personas en tanto que son viticultores, su función les daba condición, y si la ejercían bien tenían dignidad social, el mito. ¿Es esto así? ¿Los grandes valores de los vinos de Alicante son debidos a que todavía están relacionados con la esencia de la estructura y la función de una sociedad tradicional? ¿Es esa la gran virtud de los vinateros y viticultores alicantinos? Su amor y devoción por la tierra, por la viticultura, sus trabajos y citas cíclicas (estacionales) en la viña y la bodega (la función). Y, ¿corren peligro esos valores en estos tiempos tenebrosos? Bueno, es posible, pero los alicantinos de pura cepa nunca se arredraron ante el peligro. Sólo viendo cómo desarrollaron la cultura del agua, podemos entender este valor de la función y la estructura. En la de la Vega Baja, que fue el granero del reino, dicen «llueva o no llueva, siempre habrá trigo en Orihuela», y en un lugar semiárido como Novelda crearon un emporio vitícola irrigado -la uva de mesa- a pesar del subsuelo de agua mineral salina del Vinalopó que desemboca no en el mar, sino en El Saladar. Pero fue en la huerta de Alicante uno de los fenómenos históricos y culturales más importantes creados por la humanidad, donde esa cultura, esa ciencia del uso del agua alcanzó la mayor brillantez social, económica y culturalmente, el Monnegrey su reparto de aguas, les boquerers, els rierols, las minas, las fogaras, los pozos naturales de Caputxins, Fontcalent, Sant Blai. El clima y el uso del agua creo la huerta de Alicante y la huerta, el vino de Alicante, nada se puede entender en Alicante sin eso, lo uno sin lo otro, el puerto, el Consell Municipal de Alacant, esa «república municipal» que crearon los reyes de Valencia y Aragón; Jaume II, Alfons el Benigne, el senado menestral, los tribunos de la plebe (el sindic de lo comù). Y el reparto del derecho de aguas para el riego con el del predio asignado en el repartiment, como bien indica Gerald Brenan en su clásico y hoy todavía imprescindible El Laberinto español. Pero si el clima y el puerto de Alicante, su bahía, son valores geográficos naturales, lo demás como bien indica Enrique Giménez López en su obra capital Alicante en el siglo XVIII, economía de una ciudad portuaria en el antiguo régimen, fue creado por los alicantinos, su espíritu de lucha, su iniciativa emprendedora (consiguieron construir lo que los romanos intentaron y no pudieron y los árabes soñaron pero jamás se atrevieron; el pantano de Tibi, la gran obra pública europea de su tiempo), que dio vida a Alicante, la huerta y sus productos. Es posible que los alicantinos respeten tanto el producto; la uva para el vino (y de esto nadie lo hace más y mejor que Primitivo Quiles de Monòver), la uva de mesa, la almendra para el turrón, porque son conscientes de lo que les cuesta.
Y es que somos un país de muntanya i secà, un país de garroferas, oliveras y viñas, como decía el inolvidable catedrático de árabe de la Universitat d’Alacant Mikel d’Epalza. Un país de cuatro vegas y secanos irrigados con gran esfuerzo y consenso social (de las 735.000 hectáreas de cultivo del País Valenciano 375.000 son de secano y 360.000 de regadío, incluidos los diminutos hortets de barrancos y rieras de montaña). Un país y cuatro tipos de territorio, y en el vitícola de Alicante (el Vinalopó, la Montaña y La Marina) se han hecho algunas excelentes y ejemplares recuperaciones del territorio.
Hace ya tres décadas que la Marina solar antiguo de grandes vinos vivió un proceso que cambio su curso. En aquel tiempo la viticultura eran residual, los enclaves de Teulada y Xaló cuyas cooperativas hacían estupendos vinos naturales sus giro (exquisito el clarete Vall de Xaló), muscats (fantástico el Moscatell reserva de Teulada), pero la pérdida de valor era evidente y el destino de la terrazas de los valles y anfiteatros al mar era claro, el abandono de las viñas, el olvido del territorio. Sin viticultura no hay territorio y sin territorio no hay país. Pero en eso llegó Felipe (Gutiérrez de la Vega), y sin la creación, desarrollo y éxito de sus vinos (Viña Ulises, Casta Diva), La Marina seria hoy pobre. De proceso histórico podemos calificar la obra de microvinya de Juan Cascant y su grupo, una recuperación de la viticultura, el territorio, la actividad y el beneficio social. Porque Microvinya y Celler de la Muntanya ha significado el regreso del valor social en el vino, «hazlo bien y haz el bien» dice un viejo adagio, y eso es lo que ha producido la recuperación de la vid en las pequeñas terrazas de las umbrías y solanas del Comtat, colegios públicos y alumnos de educación especial se han implicado en la recuperación de territorio y su benéfico laboreo ha devuelto la ilusión y la normalización a la vida de aquellos que la habían perdido. Un éxito vitícola y un ejemplar desarrollo de la actividad pedagógica, la recuperación de la propia autoestima mediante la restauración del paisaje.
Novelda ha visto en los últimos años una determinación en la recuperación del territorio mediante un auténtico land art, la Heretat de Cesilia no sólo se ha convertido en un dominio agrícola clásico del Mediterráneo con sus cultivos de uva de mesa, viñedos y olivos. Más de 9.000 plantas y árboles han sido plantadas en la Heretat en una acción que ha devuelto a estos parajes su aspecto histórico paisajístico natural, la poblaciones vegetales ribereñas típicas del tarayal del sureste peninsular combinadas con el arbolado y los cultivos. La plantación de más de 30 hectáreas de Monastrell, Syrah y otras viníferas -entre las que echo de menos a la tintorera, que tan excelentes vinos da río arriba en Sierra Salinas y Beryna- ha restaurado el territorio. Joaquín Arias, su líder, que ama la tierra y la agricultura, respeta la vieja norma filosófica, «no hay restauración de los bienes sin defensa de los valores».
Esta recuperación del territorio da una categoría a la zona vinícola alicantina que se une a sus tradicionales valores de fama y prestigio histórico (es la marca vinícola común de todas las del País Valenciano y la más famosa en el mundo) y que la sitúa en la posición de solicitar el ascenso a la mayor categoría europea de denominaciones de origen, la D.O.C., Denominación de Origen Calificada, de las que en España hay solamente dos (Rioja y Priorat).
Francesc d’Eiximenis, en su obra capital para la buena administración de la cosa pública (El regiment de la cosa pública, València 1383) que tanto influyó en los estadistas europeos durante los siglos siguientes, enseña a los jurats del Reino a administrar la riqueza y patrimonio natural de sus tierras y a que supieran respetarlas y bien administrarlas. Escribía: «la tierra que en su virtud es de tanta eficacia, que en ella conservan su virtud las cosas que en ellas son sembradas y plantadas» y «las especies de uvas no se pueden numerar. Hay uvas blancas y negras; Moscatel, uva de granos gordos y tiesos que llamamos Palope, Botón de gallo, Monastrell, Montalban, Tiro, Tortosí, Castellana, Rojal, Malvasía, Planta trobá, Planta tardía, Planta de Engorch y sobre todo la Planta de Alcazar, que por ser sus granos de color alegre entre oro y plata no muy recios, de peregrino sabor, tiene entre todas las uvas la corona». Añade además «vengamos a las uvas pasas, que son tales las que se hacen en este reino, que parece estimarlas en todos los extranjeros, les basta sólo con el nombre de valencianas. De estas se saca el extraordinario aprovechamiento, así por las cargas para toda España como para las que se embarcan para Italia y Francia. En fineza y bondad se aventajan las de Elda, Novelda, Alcacer, Carcer, Carlet y otros pueblos de la ribera del Júcar».
Es hora pues de poner en valor todos los activos naturales, vitícolas y enológicos de Alicante, potenciándolos y desarrollando la D.O. Alicante al nivel que su calidad e historia le exigen y merecen, la D.O.C. Alicant.
(*) Todavía en la década de 1900, los importadores clásicos de Inglaterra decían «Scotland and Ireland are claret countries, but England… England is an Alikant country»